lunes, 11 de abril de 2011

El placer de ignorar



Peter Smith trabajaba como asesor de su país, Estados Unidos, en el Cuarteto para Oriente Medio de la ONU. Smith era experto en relaciones internacionales y máster en economía. Aquel día se levantó a las siete de la mañana, como acostumbraba en los días que tenía reunión de trabajo en Nueva York. Siempre pasaba la noche en el mismo hotel. Era ideal, estaba en Manhattan, aseguraba comodidad y confort y la confidencialidad necesaria si la jornada de trabajo se alargaba y había que seguir trabajando en la habitación. En cuanto sonó el despertador Smith saltó de la cama enérgicamente. Salir de la cama no era tan malo si al poner los pies en el suelo te esperaba una moqueta calefactable de un gris señorial. Agua en la cara, un poco de colonia, más agua para domar el pelo. A los dos minutos el desayuno estaba en su puerta. A las ocho menos cuarto en la entrada del hotel lo esperaba un taxi. La distancia hasta la sede la ONU no era tan grande pero Peter se sentía mejor viendo la ciudad desde el coche. En la reunión de ese día había que aclarar la postura del cuarteto respecto a la ampliación de los asentamientos judíos en Cisjordania. Los países de la ONU, empujados por la iniciativa de las regiones árabes y musulmanas, se habían posicionado totalmente en contra de estos avances de Israel en territorio palestino. Rusia y la Unión Europea no tenían su posición del todo clara. Rusia parecía estar más a favor de Palestina pero en la UE seguía vigente el dilema entre la economía y la ética. Ante esta situación el trabajo de Peter Smith era convencer a todos ellos de que las actuaciones de Israel eran nobles. Después de tres horas de debate la resolución sobre la postura oficial se aplazó a la siguiente reunión. EEUU había conseguido que no se formara la posible mayoría pro-palestina que se intuía al principio del encuentro. Los colonos podían seguir avanzando sin condena.

En ese mismo momento, en Cisjordania era de noche. Namir estaba durmiendo en la casucha que levantó como pudo junto a su hijo durante la semana anterior. El habitáculo estaba construido con maderas reutilizadas y ladrillos colocados delicadamente pero sin una sujeción estable por la falta de cemento. Su antigua casa no era una maravilla pero parecía un palacio al lado de esta y, por lo menos, no tenía que temer que una viga cayera sobre él mientras dormía y no pudiese despertar. Namir se estaba acostumbrando a tener que cambiar de casa al mismo ritmo que los colonos israelíes avanzaban por los barrios palestinos. Esa noche no tocaba desalojo, era aún peor, los bombarderos sobrevolaban Cisjordania buscaban venganza por el soldado asesinado el día anterior. Bombas. Namir y otros 34 palestinos murieron. Peter Smith estaba tomando café con unos amigos.

lunes, 4 de abril de 2011

El niño yuntero


Aquí te dejo la actuación de Kayaos con la colaboración de María Lucena y la mía misma (aunque no se me vea mucho) en la que interpretamos El niño yuntero, un poema de Miguel Hernández que hizo canción Joan Manuel Serrat. La actuación es parte del recital Que mi voz suba a los montes, evento del que hay una pequeña reseña unos post más abajo.

Un saludo y espero que te guste
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